¿Quién no ha dicho alguna vez esta frase
durante su etapa en el instituto o incluso en la Universidad? Yo misma la dije,
ya que formé, y algunas veces sigo formando, parte de ese colectivo de alumnos
que siente vergüenza y a veces hasta pavor cuando tiene que expresarse en
público durante una clase.
Me atrevo a decir que si preguntásemos a
distintos adolescentes españoles, la gran mayoría diría que no le gusta hablar
en público y que desconoce las técnicas sobre cómo exponer correctamente
delante de un grupo de personas. Esto pone de manifiesto que, precisamente,
ésta es una de las grandes carencias del sistema educativo español: la falta de oratoria en las aulas.
Desde mi propia experiencia, he
comprobado que en la enseñanza obligatoria (primaria y secundaria), los alumnos se expresan bastante poco en
público, pues es escaso el número de exposiciones orales o debates públicos que
tienen lugar en estas etapas, y menos aún se dedica alguna clase a prepararlos
para ello. Si esta disciplina se practicara más a menudo, no sería visto por
los alumnos como algo excepcional y no generaría ese nerviosismo que se siente
por hacer algo que no es “lo habitual”.
Creo
que se debería prestar más atención a la
oratoria durante nuestra etapa escolar, pues supone, no sólo el aprendizaje de
una disciplina bastante útil para nuestro futuro tanto educativo como laboral,
sino que también supone el desarrollo de una personalidad más extrovertida y alejada
de muchos prejuicios como ese miedo a hacer el ridículo que todos tenemos.
La falta de oratoria en las aulas también
tiene sus consecuencias, ya que, el miedo escénico que muchos alumnos tienen les impide poder aprender mucho más de lo que deberían. Este problema se hace
aún más evidente en el aprendizaje de una segunda lengua. Muchos alumnos evitan
expresarse y hablar en el idioma que están estudiando porque les da vergüenza y se sienten ridículos al hablarlo delante de
sus compañeros. Ese miedo hace que no aprendan bien las destrezas orales del
idioma y por lo tanto, evita que mejoren en él más de lo que podrían hacer.
Si desde pequeños empezáramos a exponer y
argumentar nuestras ideas en público, tal y como se lleva haciendo desde hace
años en países como Estados Unidos o Francia, en la adolescencia esto se vería como algo natural y los alumnos
saldrían del instituto con unas habilidades comunicativas perfectamente
desarrolladas para así afrontar mejor su nueva vida laboral o universitaria.
Para
que todo esto se lleve a cabo, sería necesario que se fomentaran las
exposiciones orales y los debates públicos en las aulas. Por supuesto, esto
tendría que ir acompañado de la enseñanza de algunas pautas sobre técnicas y
trucos a la hora de expresarse en público. Pero de esto ya trataremos en la
siguiente entrada.
“Enseñar es
aprender dos veces” (Joseph Joubert)
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